¿Te cuesta expresar lo que sientes? ¿Te suele invadir una sensación de querer esconderte o huir cada vez que percibes que es el momento de hacerlo? ¿Sientes frustración pero te niegas a mostrarla? Te entiendo, todo ésto tiene una o varias explicaciones y le pasa a muchas personas. Expresar nuestros sentimientos es un acto saludable para nosotros que nos permite liberarnos y por otro lado, que los demás puedan conocer nuestro mundo interno. Sin embargo, a veces no somos capaces o no queremos hacerlo. En este artículo podrás comprender porqué te cuesta tanto, para que te puede servir hacerlo y cómo puedes expresar tus sentimientos para, por fin, dejar de cargar con ello. ¡Comenzamos!
Los sentimientos son una parte fundamental de quienes somos y de nuestro mundo interno. Nos ayudan a interpretar lo que pasa a nuestro alrededor y nos permiten comprendernos a nosotros mismos. No obstante, no es sólo algo que nos tengamos que quedar como experiencia interna, sino que es necesario compartirlo con los demás. Cuando nos sentimos incapaces de expresar nuestros sentimientos aparecen en nosotros/as la frustración y la sensación de insatisfacción. Y entonces, ¿Por qué nos cuesta tanto expresar nuestras emociones?
¿Nos enseñaron a expresar nuestros sentimientos?
Es bastante habitual observar que nuestras trabas a la hora de expresar nuestros sentimientos vienen dadas, de un modo u otro, desde nuestra infancia. Un porcentaje importante de cómo nos desenvolvemos en este aspecto viene dado por nuestro temperamento a través de la genética, que contribuye haciéndonos más o menos predispuestos a explorar y expresar nuestras emociones, y de manera complementaria, se suman las experiencias vitales y el entorno en el que crecimos.
El/la niño/a que vive en una familia que considera que expresar sus emociones y ser vulnerable es ser débil, es una tontería o una falta de valentía aprende que lo mejor es reprimirlos. Si cuando expresó una emoción, lo que recibió fue rechazo o humillación por parte de aquellos que eran sus referentes directos, memoriza que lo mejor es no hacerlo. Incluso aquellos que recibieron indiferencia ante sus emociones, aprendieron que da igual que lo expresen porque «Es inútil. No me hacen caso.»
Por lo tanto, se hace muy necesario que en la infancia acompañemos a nuestros/as hijos/as. Que utilicemos la empatía, la escucha activa y el respeto a sus emociones, dándole la importancia que merece en cada momento y el espacio para el aprendizaje emocional.
¿Porqué nos cuesta tanto hablar de lo que sentimos?
Aún pudiendo ver el posible origen de nuestra incapacidad para expresar nuestros sentimientos, también de adultos pueden existir algunas condiciones que favorecen esta dificultad. Y aunque yo te puedo asegurar que a través de un trabajo de introspección y crecimiento personal podemos flexibilizar lo que creemos de ellas, para empezar podemos plantear las causas que hacen que hoy en día, sigamos con el mismo problema.
Autoestima baja
La manera que tiene de manifestarse el hecho de no poseer una autoestima saludable puede ser que sientas que no cuentas con el derecho a expresar tus emociones o a pedir lo que necesitas. Las personas que creen ésto piensan que lo que sienten no es importante, y que es preferible que se quede dentro. También existe otra posible vertiente, que sea la del miedo a que les abandonen, su idea (esto me lo encuentro mucho en sesiones de coaching) es que lo que digo va a molestar, y ésto puede llevar a que esa persona me retire su amor, su cariño o su atención.
Por otro lado también hay personas que prefieren protegerse, construyendo un muro a su alrededor, para así evitar que les hagan daño y que su autoestima, frágil de origen, se termine rompiendo del todo. Teniendo sentido ésto, de igual modo les acaba aislando del entorno. Cuando se vive con esa gran coraza que esconde un tremendo miedo a sentirse rechazado, expresar lo que sientes se traduce en un riesgo enorme para ellas.
Negación
Por otro lado hay personas que no logran expresar sus emociones porque directamente las rechazan, ya que les han atribuído una connotación negativa. «Estar triste es de fracasados», «tener miedo es de cobardes», «enfadarse es falta de autocontrol». Y creer esto les limita en relación a la expresión de sus emociones que directamente no se las permiten, ocultándolas a los demás, lo que no le permite abrirse al mundo, ni pedir ayuda o manifestar su frustración.
Falta de inteligencia emocional
Es bastante habitual encontrar personas que les cuesta identificar lo que sienten o que no comprenden lo que les está sucediendo. El desarrollo de la inteligencia emocional pasa por aprender qué es cada emoción que sientes, para qué tiene sentido que aparezca, qué información está trayendo y así poder expresar con mayor seguridad. La educación emocional se hace imprescindible para adoptar un lenguaje rico en emociones, para poder sentirnos cómodos/as a la hora de expresarnos y que ésto no suponga una dificultad.
En el momento en el que te haces consciente de tus emociones y tienes la habilidad de identificarlas y expresarlas, la regulación y gestión de tu sentir se hace mucho más sencillo, dándote un poder interno que antes era imposible de conseguir.
Falta de asertividad
Expresar nuestro sentir debería ser una experiencia que nos aportara valor, tanto a nosotros como al que recibe la información. Útil para crecer juntos, para seguir caminando, para mejorar, para rectificar, para reajustar. Pero qué difícil resulta cuando no sabemos expresarnos y preferimos callarnos, decir las cosas a medias e incluso pedir perdón por expresarnos.
Con casi toda probabilidad es que hubo un momento en tu vida que decidiste expresarle tus sentimientos a alguien y el hecho de compartirlos pudo generar un malentendido o disputa. La respuesta que recibiste no era la que esperabas y ésto te llevó a preferir decir medias verdades o incluso callar, para evitar este tipo de conflictos y posteriormente sentir que «no deberías haber dicho nada».
¿Para qué sirve expresar nuestros sentimientos?
Expresar lo que sientes te libera ya que, cargar con una emoción que no ha sido transitada es una carga muy pesada. Normalmente llega a «cristalizar», quedando como una memoria activa que vuelve con toda la intensidad en aquellos momentos que tu mente reinterpreta la situación del presente como la que fue en el pasado.
Liberarse cada vez que expresas tus emociones te hace sentir mayor libertad, alivio y ligereza. En cada expresión contribuyes a tu propio bienestar, por lo que es una práctica necesaria en nuestro día a día, evitando que nuestro «vaso» se llene y rebose cuando «ya no quepa más». Además, cuando expresas tus sentimientos estás respetandote a ti mismo/a, te estás permitiendo sentir y llevar la atención a tu emoción, por lo que la consciencia de quién eres y de lo que te importa va adquiriendo mayor importancia. Contribuyendo, así, a un mayor equilibrio vital y a honrar tu propia autenticidad.
De la misma manera, ésto te ayuda a construir mejores relaciones interpersonales porque cuando te centras en una comunicación asertiva y en trasladar lo que sientes desde el propósito de mantener un bienestar, reflejas credibilidad y confianza. Cuando dejas de interpretar el hecho de que «decir lo que piensas va a producir una situación incómoda o una disputa,» y buscas alguna otra alternativa (como que la persona comprenda tu sentir, o que simplemente no le de importancia, o que puede que no lo comparta) lo que has creído hasta ahora empieza a flexibilizarse.
En el momento en el que eres coherente contigo mismo/a y te permites ser tú, expresar lo que sientes desde el respeto, acogiendo lo que te vale y lo que no, soltándolo, y sin cargarte con aquello que no te pertenece, te empoderas exponencialmente, y empieza en ti un camino de desarrollo y crecimiento mucho más sólido.
¿Cómo puedo empezar a expresar mis sentimientos?
Saber expresar nuestras emociones ya hemos visto que nos libera y que nos ayuda a pedir lo que necesitamos a nuestro entorno. De esta manera seremos más coherentes con nosotros/as mismos/as y ganaremos en autoestima y seguridad. ¿Qué debemos hacer?
Por un lado debemos identificar las emociones y las sensaciones corporales. En el momento en el que empieces a notar algo en ti (calor en el cuerpo con la ira, o un nudo en la garganta con la tristeza, nervios en el estómago por el temor, etc) pregúntate ¿Qué estoy sintiendo? Y señala la parte del cuerpo donde la sientes, fijate si tiene alguna textura, tamaño o color específico. Esto lo verás «mirando» la sensación. ¿Cómo es mi emoción? Esto te ayuda con la identificación, cuanto más específica mejor la reconocerás después.
Una vez que sientes la emoción es necesario RESPIRARLA. Tomar aire por la nariz y llevar ese aire a dónde estás SINTIENDO la emoción como si de un velo de seda se tratara, como si con cada respiración envolviera el sentir. Eso ayudará a bajar la intensidad de la emoción, que es justo el punto en el que, si no haces ésto, te puedes ir con ella y tener reacciones más intensas.
Cuando ya puedes ver tu emoción y has regulado su intensidad, puede ayudarte observar qué es concretamente lo que has interpretado de la situación que tienes delante y entender así cuál es tu necesidad concreta. Una vez visto esto, llega el momento de expresar y compartir con aquella/s persona/s que consideres.
Elige el mejor momento y lugar, comunica desde la responsabilidad emocional (la emoción es tuya) «Yo me siento …» y explica las razones por las cuales has descubierto que te sientes así. Comprende que lo que el/la otro/a responda no es cosa tuya, no es personal, si no que es cosa suya. Puede estar de acuerdo o no. Puede hacer algo al respecto o no. Sin expectativas. Lo que viniste a hacer, que era expresar tu emoción, ya lo has hecho. Ahora viene algo mucho más enriquecedor .. Ya has soltado lastre y ahora viene la segunda parte: Buscar la manera en la que tú puedas cubrir tu propia necesidad.
Para desarrollar estas habilidades personales puedes trabajarlas a través de un autoconocimiento más profundo para construir una base sólida de recursos que te lleven a saber y poder moverte en la vida con mayor autonomía emocional.
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